El Real Madrid perdió en la pista del todopoderoso Panathinaikos griego, el campeón de Europa, pero dejó un claro mensaje de las altas aspiraciones que alberga esta temporada de fronteras para afuera en 39 minutos de control sobre la maquinaría de los verdes.
El campeón ACB demostró maneras de equipo relevante en el exigente concierto de la Euroliga. El Madrid quiere jugar la Final entre Cuatro del Palacio de los Deportes como anfitrión de verdad. Va a por ello con los cinco sentidos.
La manera de afrontar la visita a la cancha del actual campeón continental, un auténtico elenco de estrellas, con media selección griega y un algunos de los mejores jugadores de ambos lados del Atlántico que pisan las canchas europeas a las órdenes del técnico más laureado de Europa, el serbio Zeljko Obradovic, reveló una voluntad de hierro en el seno de los blancos.
Los errores de lanzamiento en el arranque hacían pensar que al Madrid le esperaba una noche de aupa en el Pabellón OAKA. Entraba bien al rebote ofensivo, muy bien, pero luego no lo traducía en puntos. Sin embargo, los dos equipos tenían una buena dosis de pizarra detrás. Los españoles también demostraron que disponen de un bagaje táctico y de un director de orquesta de máxima altura.
El Madrid trató de robar segundos a las posesiones griegas mediante una presión constante cada vez que anotaba de forma obsesiva. En cuanto equilibró la eficiencia reboteadora en la pintura ateniense y empezó a anotar triples, faceta en la que el estadounidense Louis Bullock y el turco Kerem Tunceri aunaron oportunismo y puntería, la defensa le dio el resto del guiso necesario para indigestar la velada a los anfitriones.
El mascarón de proa de la ACB disfrutó de varias ventajas durante el primer y el segundo cuartos y alcanzó el descanso por delante (46-47). De no haber sido por el estadounidense Michael Batiste podría haber dado un susto mortal al Panathinaikos. Pero el pívot jugó un primer tiempo de lujo.
No sólo anotó dieciséis puntos, sino que cargó con dos faltas al greco-ruso Lazaros Papadopulos en seis minutos y otras tres al serbio Blagota Sekulic cuando le tuvo delante. Charles Smith desplegó sus interminables brazos dentro de la zona y robo tres balones seguidos justo cuando el bloque de Plaza disfrutaba de la mayor diferencia de todo el choque (46-52 m.23), pero, por unas cosas u otras, los desperdició debajo del aro, por un mal tiro, un mal paso o un pase de sobra.
A un equipo como el ateniense no se le pueden hacer concesiones. Por fortuna para el campeón de la ACB, los locales también entraron en una fase de dificultades anotadoras y, además, Batiste pasó al anonimato, así que el amenazante 59-59 que anunciaba el latigazo griego murió en manos de Tunceri, sensacional en los triples, y de Bullock, en cuanto a ejecutores se refiere claro, porque el resto de los madridistas no encontraba problemas en aplicarse sobre trabajos menos vistosos (61-66).
Mikhalis Pelekanos, por aquello de que jugaba en su ciudad, subió un escalón más en su adaptación y minimizó la ausencia de Alex Mumbrú. Con diez minutos por delante, el Madrid seguía marcando la pauta (65-68). Entonces quiso golpear directo al mentón el Panathinaikos. Empató con un triple, y, en la siguiente jugada, los árbitros anularon un triple de Bullock por considerar que había hecho falta por abrir las piernas. Pocas veces se verá pitar esa sutileza reglamentaria.
El caso es que el mismo Bullock, con dos tiros libres y un contragolpe que llevó hasta el aro heleno pero transformó Felipe Reyes en una jugada de libro para un pívot -viniendo desde atrás del hombre que entra a canasta-, levantó al Madrid, que había iniciado el cuarto con muchos problemas en ataque. El equipo español provocó cinco faltas locales. No anotó, pero en ese lapso logró el cupo de faltas -a partir de la cuarta de equipo en cada periodo- para que cada personal ateniense acabase en la línea de tiros libres (71-75).
Sin los puntos de Batiste las cosas se complicaban para el campeón de la Euroliga. Ahora bien, el Panathinaikos es el Panathinaikos. Dimitris Diamantidis, que no había olido el aro, apareció con dos triples cruciales, le siguió el lituano Sarunas Jasikevicius y, de nuevo, los árbitros anularon una bandeja de Bullock mediante una falta de ataque (81-80).
Los atenienses exhibían los galones de monarcas europeos. Bullock hizo la quinta, Jasikevicius acertó desde la línea de personal y el Panathinaikos ganó por la mano al Madrid. A pesar de todo, el OAKA albergó un gran partido de dos grandes equipos y, sin duda, dos candidatos por derecho propio a la próxima Final entre Cuatro en la capital de España.
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