jueves, 18 de junio de 2009

Joan Plaza: "Sería muy bueno que el deportista abandonara la Play Station para disfrutar de un buen libro"





Joan Plaza (Barcelona, 1963) es el entrenador de la sección de baloncesto del Real Madrid. Catalán de cuna, confiesa sentirse “atrapado” por Madrid, donde reside desde hace cuatro años. A su pasión por el deporte de la canasta y por las motos —su chupa de Harley Davidson da buena cuenta de ello- se incorporó, hace no mucho, la de escribir. Como hombre conocedor de temperamentos y al haber vivido en su propia carne y en la de sus compañeros el dolor y la derrota, pero también la gloria, aparca la ficción para describir vidas, para relatar la vida. “Las mantas de Angelina” (Editorial Sombra) propone romper las cadenas del conformismo en busca de la felicidad. Joan Plaza, el escritor, ha sorprendido a propios y a extraños con un delicioso y crudo retrato de la realidad.



Un entrenador de baloncesto en la Feria del Libro…

Ha sido una experiencia totalmente nueva, distinta y muy agradable. Me sentí muy bien acogido y las dos horas que estuve allí, aparte de considerarme afortunado, recibí el cariño del 99,9 por ciento de la gente que pasó por la caseta.

¿Se siente escritor?

Tengo mucho respeto por este trabajo como para considerarme escritor. Soy un entrenador de baloncesto formado durante 30 años y, a partir de ahí, cualquier otra profesión la respeto demasiado como para hacerla mía. Sólo trasmito sensaciones, vivencias que me apetece escribir, y me gustaría continuar haciéndolo.

¿Qué le llevo aquel día, hace ya unos 12 años, a enfrentarse a un folio en blanco y escribir?

Todo nace de una forma un poco anormal, digamos que fue una apuesta. Mi única pretensión era escribir un pequeño cuento, unas páginas, y lo que pasó es que me encontré a gusto, cómodo, en ese momento necesitaba escribir. Esa ilusión se fue extendiendo en el tiempo y me di cuenta de que no había escrito un cuento sino que era una novela, y que a la gente que tenía alrededor le gustaba.

¿Cuáles eran sus referentes?

He sido un lector muy tardío y bastante pobre en ese sentido. Por mi trayectoria, ha habido libros de Lolo Sainz o Pepu Hernández (entrenadores de baloncesto), y como mucho algún estudio sobre psicología o dirección de grupos. Todo cambió el día que cayó en mis manos de casualidad una biografía de Adolfo Marsillach, “Tan lejos, tan cerca”, que me atrapó, y a partir de ahí seguí leyendo algunas biografías más y luego alguna que otra novela.

“Las mantas de Angelina” habla de una escapada a través de los sueños, anima a buscar la felicidad soltando las amarras de la rutina.

Mucha gente vive atrapada en sí misma, en los condicionantes sociales. Nacemos para seguir un guión preestablecido y somos incapaces de salir de él, no apostamos en por temor al qué dirán o por el miedo que entre todos hemos generado. Es una de las cosas que más lamento, que no actuemos de corazón o que haya otras personas que condicionen tu futuro.

¿Nace antes el espíritu de un libro que su argumento?

En mi caso sí. Es una sensación que reconozco a mucha gente que en el día a día trabaja conmigo y, por lo que sea, soy capaz de trasmitirlo de forma escrita. Esa imposibilidad de romper moldes es algo que en todos los ámbitos que he trabajado he percibido, y lo he reflejado en forma de libro.

¿La literatura también dibuja una táctica a seguir en la vida?

Concibo la literatura como un espejo. Cabe el día a día, la vida, la pobreza económica y social, y un libro no llama a “atacar a” o “defenderse de”, es un reflejo de lo que pasa a menudo y que exterioriza cómo estamos.

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