viernes, 3 de julio de 2009

Entrevista a Joan Plaza (12/6/09)

Joan Plaza siempre ha perseguido sus sueños. Desde joven estaba convencido de que quería ser entrenador profesional de baloncesto. Pero no siempre las circunstancias jugaron a su favor. Venía de una familia numerosa y muy pronto tuvo que ponerse a trabajar para echar una mano en casa. Aun así, no cejó en su empeño y tras pasar una larga temporada “entre rejas” –como él mismo califica al período en el que fue funcionario de prisiones– pidió una excedencia para dedicarse a lo que siempre había querido.

Pero mucho antes de que el entrenador serbio Bozidar Maljkovic le diera la alternativa en el banquillo madridista, y de que en su primera temporada como profesional del baloncesto ganase la liga y fuese nombrado el mejor entrenador de la temporada, ya había explorado una vena literaria que ha pasado desapercibida a la sombra de sus éxitos deportivos. Las mantas de Angelina es su primera novela, publicada en catalán hace más de diez años y traducida ahora al castellano por la editorial Sombra. En ella, la protagonista, Julia, recuerda un pasado que nunca existió porque las circunstancias no le permitieron perseguir sus sueños.

La idea de escribir una novela surgió de una carta que trajo uno de sus compañeros de la prisión. ¿Qué le picó tanto?
Nos sorprendió mucho que el hermano de la persona que trajo esa carta se atreviera a decirle a su madre por escrito algo que no le había dicho nunca a la cara. Y eso tan obvio nos abrió una puerta. Y nos sorprendió hasta tal punto que decidimos plasmar las sensaciones en un papel y hacer un cuento de tres o cuatro páginas entre los cinco que estábamos allí.

Es un desafío un poco atípico.
Sí, siempre había el típico del grupo que decía que esto era una memez.

Cuando decidió continuar con ese cuento, ¿lo hizo con la pretensión de que el lector se sintiese identificado?
Creo que es mi forma de escribir, porque sería muy presuntuoso decir que lo pretendía. Esta era mi primera novela y fue algo muy espontáneo, a duras penas conocía los lugares en los que transcurría la novela, pero a nivel de sensaciones te constaba que sí, que era lo que la gente tenía. Echando la vista atrás, todos tenemos dudas sobre nuestro camino.

Pero su camino es envidiable.
Yo no soy ningún ejemplo, porque soy el peor en todo esto, pero me entristece pensar que la gente no lucha por marcar su propio camino.

En parte usted mismo también está un poco retratado en este libro.
Sí, lo curioso es que lo escribí hace doce años. Que ocho o nueve años después se haya dado la circunstancia de que finalmente haya sido entrenador de baloncesto se ajusta un poco con el libro. Pero claro, habría sido muy fácil escribirlo ahora y no hace doce años, cuando veía que en el tema del baloncesto me pasaba por todos los lados gente con menos tiempo de prepara ción, no menos cualificada, y no entendía por qué.

Y ahora, con la perspectiva del tiempo, ¿no le parece un ajuste de cuentas? Puede ser, pero habría sido muy fácil escribirla ahora y pensar que quería demostrar algo. Pero como la escribí en un momento en que estaba entre rejas, tiene más vigencia y más valor. Lo hice en un momento en el que yo no veía la salida del túnel.

A usted, como al hermano de su compañero, ¿le resulta más fácil expresarse por escrito?
Es posible. Cuando escribí este libro no había apenas móviles o Internet. Ahora la gente es capaz de decir grandes barbaridades en un mensaje de texto, o en un e-mail, pero cuando están frente a esa persona, no se atreven. Todos nos sentimos mucho más fuertes al otro lado del papel. Y a lo mejor, en mi caso sí que es verdad que puedo plasmar así mejor de lo que puedo verbalizar. Por lo menos antes, ahora soy un poco más descarado y procuro vivir como si mañana fuera a acabarse todo y no dejar nada o casi nada pendiente.

¿Cuántas veces le han preguntado si la novela trataba de baloncesto?
Muchas. Y a veces me da la sensación de que he defraudado, había mucha gente que esperaba que el entrenador del Real Madrid escribiera sobre los intríngulis de un vestuario o sobre aspectos técnicos o tácticos.

¿Y no se lo plantea en el futuro?
Creo que por mi forma de ser me siento más cómodo hablando de cosas más alejadas del baloncesto. Es una forma de oxigenarme también.

¿Se arrepiente, como su personaje, de no haber tomado alguna decisión?
Honestamente, estoy bastante contento con las cosas que me han pasado en la vida. Me gustaría haber sido mejor estudiante, acabé el bachillerato, y las circunstancias fueron la excusa. En realidad vengo de una familia de seis hermanos en la que nos tuvimos que poner a trabajar, hasta el punto de que acabé en una prisión. Me hubiera gustado, con el tiempo, volver a coger el reto de los estudios.

¿Qué le queda por hacer una vez ha conseguido ser entrenador del Real Madrid?
Entrenar al Real Madrid es un sueño para cualquiera. Pero también todo lo que ha generado a mi alrededor, toda la gente que he conocido, todas las posibilidades que me ha abierto y todo el cariño que he recibido. Yo creo que aún quedan muchas cosas por hacer, soy una persona muy inquieta.

¿Tiene pesadillas cuando toma decisiones tácticas equivocadas?
Muchas veces. Hay decisiones que tomas en décimas de segundo, y que seguro que son equivocadas, como la del año pasado en la Euroliga. Es parte del proceso. Reconozco que hay cosas que se pueden gestionar de otras maneras, pero la experiencia no se adquiere comprándola en un bazar.

¿Le permite el baloncesto seguir escribiendo?
Empecé a escribir en enero pasado, ya en castellano, que es una novedad para mí. Siempre he escrito en mi idioma materno, el catalán. No soy capaz de hilvanarlo por la dinámica de trabajo que llevamos, pero he seguido el camino hacia una nueva novela. De todas formas, hay otras más por editar que me gustaría que salieran antes.


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